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lunes, 14 de julio de 2014

"Menores migrantes" (Revista Proceso, 13 de julio, 2014)

Migrantes centroamericanos detenidos en Chiapas.
Foto: Isaín Mandujano/Revista Proceso
Los 57 mil menores mexicanos y centroamericanos sin acompañantes que han sido detenidos cruzando la frontera con los Estados Unidos desde octubre de 2013 son refugiados de una guerra económica, política y social impulsada desde Washington. La alineación de Enrique Peña Nieto con Barack Obama sobre el tema constituye un vergonzoso rompimiento histórico con la larga tradición de independencia política y solidaridad latinoamericana que había caracterizada la diplomacia mexicana a lo largo del siglo XX. En lugar de servir como perro guardián del imperio, México tendría que priorizar los derechos humanos de sus hermanos y hermanas latinoamericanos. 

Obama ha traicionado la confianza de los latinoamericanos residentes en el país del norte. Durante las campañas presidenciales de 2008 y 2012, prometió regularizar a millones de inmigrantes y arreglar el sistema migratorio disfuncional. En respuesta, recibió el contundente apoyo de los votantes latinos. El 67% lo respaldó en 2008, y el 71% en 2012. 

Pero la ingratitud de Obama parece no tener límites. Rápidamente se convirtió en el Presidente estadounidense que ha deportado a la mayor cantidad de migrantes en la historia, en el “Deportador-en-jefe” de acuerdo con activistas, con más de 2 millones de expulsiones durante el tiempo que lleva en la Casa Blanca. Asimismo, ha endurecido la vigilancia en la frontera sur y fracasado olímpicamente en aprobar reformas que podrían reunir a familias de migrantes, además de permitir a jóvenes estudiar y trabajar en los Estados Unidos aunque hubieran ingresado “ilegalmente” al país cuando eran niños. 

La posición retrógrada de Obama con respecto al éxodo de los niños sin acompañantes constituye la última gota que derrama el proverbial vaso. Los menores detenidos merecen la oportunidad de reunirse con sus familiares, quienes con su arduo trabajo sostienen la economía estadounidense. Si Obama hubiera cumplido con su promesa de regularizar a esta importante fuerza laboral, la mayor parte de estos niños podrían ingresar legalmente sin problema alguno a petición de sus parientes. 

Los trabajadores migrantes tienen el mismo derecho a cuidar a sus hijos y a educarlos en escuelas públicas que cualquier otro empleado. Obama y el gobierno norteamericano están sufriendo las consecuencias de su propia hipocresía...

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