ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

lunes, 29 de junio de 2015

"Liberalismo: izquierda y derecha" (Revista Proceso, 28 de junio, 2015)

Mural de Arturo García Bustos en el Palacio de Gobierno de Oaxaca
John M. Ackerman

La influencia de la atrasada cultura política de los Estados Unidos sobre México ha generado distorsiones muy problemáticas en la esfera política nacional. Al norte del Río Bravo los debates se mantienen estancados en el enfrentamiento histórico entre los “liberales” terratenientes y los “conservadores” monarquistas propio de la Inglaterra del siglo XVIII. En lugar de copiar o importar aquellas visiones, vale la pena inspirarnos en las tradiciones mexicanas y francesas que han sabido resignificar el concepto de “liberalismo” así como articular nuevas visiones para lograr la transformación social.

En Francia tienen perfectamente claro que el “liberalismo” es hoy una ideología de derecha. Si bien el ejemplo de la independencia de los Estados Unidos de 1776 fue una inspiración para la Revolución Francesa de 1789, los franceses siempre se han distanciado de las peligrosas implicaciones del liberalismo clásico de John Locke cuyo eje central es la defensa de los derechos de propiedad individual de los grandes propietarios. Primero Jean Jacques Rousseau, después Robespierre y más tarde Jean Jaurés articularon una poderosa línea de pensamiento que recupera la importancia de la lucha de los burgueses en contra de la monarquía pero simultáneamente la supera al articular una visión radical de soberanía popular y participación democrática.

En México hemos ido aún más allá que los franceses. La visión política y las acciones sociales de figuras como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas han dejado un legado de liberalismo revolucionario que sería una verdadera tragedia ignorar o menospreciar. Durante la independencia, el 12º artículo de los Sentimientos de la Nación llamó directamente a aprobar leyes que “moderen la opulencia y la indigencia”. Unos años antes de que estallara la Revolución, el Programa del Partido Liberal Mexicano enunciaría que “al triunfar el Partido Liberal, se confiscarán los bienes de los funcionarios enriquecidos bajo la Dictadura actual, y lo que se produzca se aplicará al cumplimiento del capítulo de Tierras -especialmente a restituir a los yaquis, mayas, y otras tribus, comunidades o individuos, los terrenos de que fueron despojados-y al servicio de la amortización de la Deuda Nacional.” Más tarde, la Ley de Expropiación impulsada por Cárdenas en 1936, y hoy todavía vigente, facultaría al Estado para lograr directamente la “equitativa distribución de la riqueza acaparada o monopolizada con ventaja exclusiva de una o varias personas y con perjuicio de la colectividad en general, o de una clase en particular”. 

En México no se trata solamente de defender la soberanía popular sino de también desmantelar activamente los aparatos del poder despótico y de redistribuir las riquezas de los oligarcas y de la nación entera entre los ciudadanos más humildes. Este espíritu revolucionario se manifestó con particular fuerza durante la Revolución Mexicana de 1910-1917 y durante el constituyente de 1916-1917, ambos ejemplos al nivel mundial de exitosas conquistas políticas de las clases populares...

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lunes, 22 de junio de 2015

"Malinchismo asesino" (La Jornada, 22 de junio, 2015)

El empresario estadounidense Donald Trump
John M. Ackerman

Donald Trump y Dylann Roof no son ni locos ni marginales. Al contrario, sus deleznables discursos y acciones son expresiones naturales del profundo racismo que caracteriza la ideología "blanca" dominante en el país vecino del norte. El declive del imperio estadounidense está generando reacciones cada vez más desesperadas y violentas entre quienes antes controlaban los destinos del mundo. Si no actuamos pronto para detenerlos, todo México será arrastrado a las alcantarillas de la historia por la nueva ola global de odio y violencia.

El martes pasado, el millonario desarrollador inmobiliario de Nueva York colocó una diana en el pecho de todos los pueblos en resistencia en el mundo. En su discurso inaugural para su precampaña presidencial, Trump echó la culpa a los extranjeros y los migrantes por la falta de "victorias" recientes para el imperio estadounidense. El político hizo hincapié en México. Afirmó que los mexicanos "no son nuestros amigos" y quienes cruzan la frontera con Estados Unidos solamente traen problemas de drogas, crimen y violencia. "Son violadores", remató. Por ello habría que construir un "gran, gran muro" entre México y Estados Unidos.

Aquellas declaraciones coinciden con las opiniones de la popular comentarista Ann Coulter. Hace unas semanas la periodista y escritora también sugirió, en entrevista con Jorge Ramos, que todos los mexicanos serían criminales, terroristas y violadores. Para Coulter toda la cultura mexicana es "evidentemente deficiente".

Dos días después de las declaraciones de Trump y tres semanas después de la entrevista de Coulter, Roof jalaría el gatillo. Con meses de premeditación y enorme saña, el joven de Carolina de Sur asesinó a sangre fría a una importante dirigente de la comunidad afroestadunidense junto con ocho feligreses en una de las iglesias más importantes históricamente para aquella comunidad. “No tenemos skinheads, ni tampoco un verdadero KKK. Nadie está haciendo nada más allá de hablar en Internet. Alguien tiene que tener la valentía para llevarlo al mundo real, y supongo que tengo que ser yo”, escribió Roof en su blog unos días antes de perpetrar la masacre...

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lunes, 15 de junio de 2015

"PRIvatización política" (Revista Proceso, 15 de junio, 2015)


John M. Ackerman


Los promotores de candidaturas supuestamente “independientes” y el Partido “Verde” (PVEM) se encuentran del mismo lado de la historia. Ambos buscan tirar por la borda dos décadas de construcción ciudadana de un conjunto de instituciones y leyes electorales ejemplares que tienen el propósito de defender el espacio público de la voracidad de los poderes fácticos. Tanto con sus acciones como con sus propuestas, trabajan arduamente para convertir el sistema electoral mexicano en una copia vulgar de la “democracia” mercantilizada y corrupta de los Estados Unidos. En este esfuerzo cuentan con el sólido apoyo tanto del “Señor Presidente” (Jaime Rodríguez dixit) Enrique Peña Nieto y el PRI como de los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) y de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). 

Si esta perversa y paradójica coalición de intereses logra su cometido, nos encaminaríamos hacia un grave retroceso en el desarrollo político del país y se sepultaría para siempre la posibilidad de resolver los problemas más importantes de la Nación por la vía institucional. Específicamente, habría que frenar de manera urgente la privatización de la política por medio de una nueva reforma electoral supuestamente “ciudadana” y “liberalizadora” que abriría las llaves del financiamiento privado a los partidos y los candidatos “independientes”. Una reforma en este sentido sería la cereza en el pastel de la serie de contra-reformas “estructurales” corruptas que ha impulsado Peña Nieto y el “Pacto por México” desde 2012. Con ello, se consolidaría el poder de la avaricia y el mesianismo por encima del humanismo y la humildad así como del fraude y el engaño por encima de la honestidad y la dignidad.

El artículo 41 de la Constitución señala sin titubeos que durante las campañas electorales los recursos públicos deben prevalecer siempre sobre los de origen privado. Este principio constitucional absolutamente fundamental fue diseñado para defender la naturaleza pública y democrática de las competencias políticas así como garantizar una equidad básica entre los candidatos. Sin este compromiso constitucional, los poderes fácticos, los medios de comunicación y el crimen organizado podrían directamente y abiertamente comprar candidatos, elecciones y partidos. 

Así es precisamente como funciona el sistema electoral en los Estados Unidos. No son los votos sino los dólares los que determinan quienes ocupan los cargos de elección popular...

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lunes, 8 de junio de 2015

"Peña pierde, AMLO gana" (La Jornada, 8 de junio, 2015)

John M. Ackerman

La figura política nacional que sale más fortalecida de las votaciones celebradas ayer es, sin duda, Andrés Manuel López Obrador. De acuerdo con los resultados preliminares, su partido de nueva creación, Morena, no solamente ha alcanzado a mantener su registro sino que también ha rebasado tanto la cantidad de votos recibida en esta elección por el Partido Verde(PVEM) como el porcentaje de votos recibido por su predecesor, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en su primera elección en 1991. Ambos hechos históricos demuestran que Morena será un fuerte competidor en las próximas elecciones presidenciales, en 2018.

El PRD se fundó el 5 de mayo de 1989 con el fin de articular las fuerzas progresistas que habían apoyado la exitosa candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. En aquella elección presidencial, el pueblo salió masivamente a votar por el hijo del general Lázaro Cárdenas pero su triunfo le fue arrebatado por el fraude orquestado desde Los Pinos por Carlos Salinas de Gortari, Manuel Bartlett y Manuel Camacho Solís. Posteriormente, el ingeniero convocó a la formación de un nuevo partido y lucharía contra viento y marea durante dos largos años para estar en condiciones para participar en las elecciones "intermedias" para la Cámara de Diputados en 1991.

En aquella elección, su primera, el PRD recibió solamente 1.9 millones de votos, o 7.91 por ciento de la votación nacional. Sin embargo, ello fue suficiente para que el PRD pudiera arrancar con fuerza. Pronto llegaría a ser la segunda fuerza en la Cámara de Diputados y conquistaría tanto el Gobierno del Distrito Federal como media docena de gubernaturas. Para 2006, el apoyo para el PRD había crecido tanto que la izquierda una vez más recibiría el respaldo mayoritario de la ciudadanía en las elecciones presidenciales, con la candidatura de López Obrador.

El formidable desempeño de Morena en su primera elección es superior al desempeño del PRD en 1991. Con menos de un año de existencia y totalmente carente de recursos públicos o privados, los candidatos de Morena han evidenciado la enorme fuerza de las campañas ciudadanas a ras de tierra y cercanas al pueblo. Han demostrado de manera contundente que el pueblo mexicano no es de ninguna manera tonto o apático. Parece sólo cuestión de tiempo que Morena rebase las significativas conquistas electorales que en su momento tuvo el PRD...

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jueves, 4 de junio de 2015

"Voto de Protesta" (Revista IBERO, Junio, 2015)


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John M. Ackerman

No hay que dejarse vencer por el desánimo o la desesperación. Las transformaciones políticas profundas siempre toman tiempo. Lo importante es aprovechar de todas y cada una de las coyunturas para ir acumulando cada vez más fuerza social y organización ciudadana.

Las elecciones son apenas una oportunidad más para expresar nuestro repudio al sistema corrupto y asesino que hoy se presenta como “gobierno” en México. Emitir tu opinión tachando una boleta electoral no “legitima al sistema” ni “otorga un cheque en blanco” más que firmar un amparo ante la desacreditada Suprema Corte de Justicia de la Nación en defensa de Carmen Aristegui o dialogar con expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos financiados por el gobierno de Enrique Peña Nieto para investigar el caso de Ayotzinapa.

Los luchadores sociales deben siempre mantener su mente abierta para utilizar todas las herramientas a su alcance para transformar el sistema. No ejercer tu derecho a votar cuando existen opciones nuevas sería como abstenerse de enviar tuits o de poner “me gusta” en las redes sociales para no “legitimar” el control de éstas por grandes corporaciones estadounidenses. Dejemos de darnos balazos en el pie y evitemos debates estériles sobre quién es más ideológicamente “puro” que los demás. El objetivo no es ir al cielo, sino caminar juntos hacia la transformación del país.

En la coyuntura actual, es aun más inútil abstenerse, anular la boleta electoral o emitir un voto en blanco que votar. No acudir a las urnas o invalidar activamente tu voto no tendrá absolutamente ningún impacto en el resultado de la elección. De acuerdo con la legislación, lo único que se toma en cuenta a la hora de contabilizar los resultados es el porcentaje “real” que haya recibido cada partido político o candidato de entre los votos válidos emitidos. Al contrario de lo que algunos imaginan, un elevado nivel de abstencionismo o de votos nulos no tendrá ningún efecto sobre la validez de la elección ni sobre el nivel de financiamiento estatal otorgado a los partidos políticos...

ENSAYO COMPLETO DISPONIBLE EN REVISTA IBERO