ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

lunes, 27 de febrero de 2017

"AMLO es mi gallo" (La Jornada, 27 de febrero, 2017)


John M. Ackerman

"La reciente andanada de ataques contra Andrés Manuel López Obrador responde a un solo propósito: apagar el fuego de la esperanza ciudadana que cada día se esparce con más vigor por todos los rincones de la República. El tabasqueño merece el apoyo de todos los ciudadanos libres del país. Yo sí votaré por AMLO."

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lunes, 20 de febrero de 2017

"Derecha dividida, izquierda unida" (Revista Proceso, 19 de febrero, 2017)


John M. Ackerman

Una de las grandes debilidades de la izquierda en el mundo, y en particular en México y América Latina, ha sido su tendencia a las divisiones y los pleitos internos. Las fuertes convicciones y la pluralidad ideológica de quienes militan en movimientos progresistas, combinado con las infiltraciones y las cooptaciones desde el poder, producen un caldo de cultivo para la generación de constantes debates y conflictos. Esta situación convierte este tipo de movimientos en sumamente vulnerables a los ataques electorales, sociales y represivos desde el Estado y los poderes fácticos. 

En contraste, la derecha suele caminar unida. El dinero y el negocio de la impunidad son sus grandes lubricantes. Entre personas sin principios pero con grandes ambiciones, no hay división ni berrinche que no se pueda resolver con un cañonazo de miles de dólares. Y la profunda red de complicidades entre los integrantes de la mafia no permite a nadie confrontar con demasiada fuerza a su adversario, so pena de ser expulsado del paraíso de la protección del poder. 

Sin embargo, actualmente en México nos encontramos de repente en una situación excepcional en que la izquierda camina unida mientras la derecha se deshace en mil partes. 

La fallida marcha de “Vibra México” constituyó un excelente botón de muestra de la descomposición de la derecha. En 2004, un grupo de convocantes muy similar al de “Vibra México” logró sacar docenas de miles de personas vestidos de blanco a las calles para protestar en contra del gobierno capitalino de Andrés Manuel López Obrador, y supuestamente también a favor de una mejor seguridad pública en la Ciudad de México. Muchas de esas mismas convocantes, como María Elena Morera y Isabel Miranda de Wallace, después evidenciarían su claro sesgo ideológico al respaldar las fallidas políticas de Felipe Calderón que empeoraron la seguridad pública y hundieron a todo el país en un baño de sangre. 

Hoy, 13 años después de aquella marcha, menos de diez mil personas respondieron a la nueva convocatoria a una “marcha blanca”. Y quienes aportaron la verdadera “buena vibra” no eran los convocantes de derecha sino quienes desobedecieron la consigna de comportarse de manera “respetuosa” con el gobierno de Enrique Peña Nieto y prefirieron mostrar pancartas llenas de expresiones de repudio tanto para Donald Trump como para el presidente mexicano. 

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lunes, 13 de febrero de 2017

"La voz pública de la UNAM" (La Jornada, 13 de febrero, 2017)

Enrique Graue y Aurelio Nuño
John M. Ackerman

Sin haber realizado la más mínima consulta a la comunidad universitaria, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el doctor Enrique Graue, comprometió la semana pasada a la máxima casa de estudios como convocante formal a las fallidas marchas de Vibra México que tuvieron lugar ayer. Hizo lo mismo el doctor Pedro Salazar, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM, al sumar a la iniciativa la entidad académica donde labora un servidor. Otras autoridades universitarias a lo largo y ancho del país hicieron lo mismo.

Con todo respeto para las distinguidas autoridades universitarias, tenemos la obligación como pensadores libres a reflexionar críticamente sobre esta decisión. Nadie pone en duda el derecho de Graue, de Salazar o de cualquier otro integrante de la comunidad universitaria para asistir e incluso convocar a cualquier marcha o manifestación pública a título personal. Pero cuando lo hacen desde su investidura como autoridades universitarias nos comprometen a todos.

El problema central con la iniciativa de Vibra México es que tiene un evidente sesgo político. La UNAM y el IIJ aparecieron como convocantes junto con agrupaciones como Mexicanos Primero, liderado por Claudio X González, quien fue el autor de la retrógrada reforma educativa de Enrique Peña Nieto, y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex). Y para que no quedara ninguna duda, el día después de anunciar su participación en la marcha dominical, el rector Graue protagonizó una vistosa conferencia de prensa junto con Aurelio Nuño y también, de manera inexplicable e indignante, la madre del desprestigiado secretario de Educación Pública.

Si bien la convocatoria para Vibra México era estrictamente ciudadana y se enfocaba principalmente en el rechazo a las agresiones de Trump contra México, su objetivo político era claro: respaldar al mal gobierno de Peña Nieto y deslindar a Luis Videgaray de cualquier responsabilidad por su complicidad directa con Trump...

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domingo, 5 de febrero de 2017

"Hipocresía constitucionalizada" (Revista Proceso, 5 de febrero, 2017)

Hipócritas, Osorio Chong, Mancera y Encinas "promulgan" la Constitución CDMX
John M. Ackerman

Hoy, 5 de febrero de 2017, en el centenario de nuestra Carta Magna, seremos testigos de un grotesco espectáculo en que los mismos políticos y gobernantes responsables por la traición a los enaltecidos valores, principios y compromisos sociales contenidos en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) (véase: http://www.proceso.com.mx/430089/honrar-la-constitucion) se erigirán como los guardianes de la legalidad, el Estado de derecho y la justicia.

Con enorme cinismo, los rateros se presentarán como defensores de la honestidad. Los vendepatrias se pronunciarán a favor de la soberanía nacional. Los sátrapas, término persa equivalente a “cacique” en México, pronunciarán discursos grandilocuentes a favor de la democracia. Los oligarcas afirmarán que favorecen la justicia social. Y los asesinos jurarán su compromiso más estricto con la paz y la armonía social.

Desde la creación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946, el régimen mexicano se ha basado en la hipocresía más profunda. A partir del sexenio de Miguel Alemán, electo en 1946 como el primer Presidente de la República emanado de las filas del nuevo partido, se inaugura una etapa de cinismo estructural en que se coloca en un altar los grandes héroes de la patria y los principios de justicia social de la Constitución de 1917 con el único fin de distraer la atención pública y poder burlarse más libremente en la práctica de estos mismos héroes y principios. 

La respuesta más fácil a esta evidente traición es arrojar por la ventana al proverbial bebé junto con el agua sucia. Desde las calles y las plazas del país, importantes organizaciones sociales y ciudadanos indignados proclaman que hoy en el centenario de la Constitución no hay “¡Nada que festejar!”. Afirman, no sin razón, que los derechos humanos y sociales contenidos en nuestra Constitución, al agua, a la alimentación, a la salud, a la tierra y al trabajo, no se cumplen y que las docenas de reformas impulsadas por los gobiernos neoliberales han trastocado la original esencia revolucionaria de nuestra Carta Magna. Estos grupos llaman a la población a participar en la redacción de una nueva Constitución que pudiera garantizar la verdadera tutela de nuestros derechos y la defensa de la Nación.

Este proyecto alternativo y renovador es muy loable. Es cierto que nuestra Constitución ha sido manoseada y traicionada un millión de veces por nuestros “gobernantes” y “autoridades”. Sin embargo, la experiencia vivida con la redacción de una nueva Constitución para la Ciudad de México, aprobada por la Asamblea Constituyente el pasado 31 de enero, demuestra claramente que antes de llamar a una nueva constituyente primero tendríamos que conquistar las instituciones públicas realmente existentes.

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