ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

domingo, 29 de octubre de 2017

"Meade: el chapulín encubridor" (Revista Proceso, 29 de octubre, 2017)

John M. Ackerman

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos haría un gran favor a todos los mexicanos si elige a José Antonio Meade como su candidato presidencial para las elecciones de 2018. El Secretario de Hacienda encarna mejor que cualquier otro aspirante la continuidad del sistema PRIANista de corrupción, desigualdad y saqueo. La presencia de Meade en la boleta no dejaría duda alguna con respecto a la disyuntiva central de los próximos comicios: ¿continuidad o cambio?

Meade es hijo de un priísta, Dionisio Meade, y sobrino nieto de uno de los fundadores del PAN, Daniel Kuri Breña. Como buen tecnosaurio, estudió su licenciatura con Luis Videgaray en el ITAM y su doctorado en las escuelas “Ivy League” de los Estados Unidos, siguiendo el ejemplo de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

A Meade no le interesan ni la justicia social ni el fortalecimiento institucional. Tampoco es un hombre carismático o atractivo que haya podido construir un liderazgo fuerte o una imagen propia.

Lo que más caracteriza a Meade es su fiel servilismo hacia el dinero y el poder. Los bancos y la impunidad son sus negocios favoritos. Es precisamente por ello que quienes comulgan con el sistema actual lo ven con tan buenos ojos.

Meade inició su carrera política durante el sexenio de Zedillo, como Secretario Adjunto de Protección al Ahorro en el Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB), institución que fue creada en 1998 para legalizar el enorme fraude cometido bajo el paraguas de su institución antecesora, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). Posteriormente, se incorporaría de lleno a los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, como Director General de Banrural, Subsecretario de Ingresos y Secretario de Hacienda, entre otros cargos...

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lunes, 23 de octubre de 2017

"El sexenio de la impunidad" (La Jornada, 23 de octubre, 2017)

Santiago Nieto y Emilio Lozoya
John M. Ackerman

La Procuraduría General de la República se encuentra lista para cerrar con broche de alpaca el sexenio de la impunidad. Sin procurador, ni fiscal electoral, ni fiscal anticorrupción, la institución responsable de procurar la justicia en el país deambula como zombi, muerto en vida, listo para archivar, congelar, desechar o simplemente desaparecer todos los voluminosos expedientes donde algún amigo, cómplice o socio de Enrique Peña Nieto pudiera estar implicado en algún delito.

El plan original de Peña Nieto era lograr la tradicional impunidad transexenal por medio de la colocación de personajes leales en las nuevas fiscalías general y anticorrupción. Al fracasar esta estrategia, el inquilino de Los Pinos aparentemente ha decidido pasar al plan B: simplemente desmantelar la PGR y hacer perdidizos los expedientes problemáticos.

Sólo un observador ingenuo creería que el senador priísta Raúl Cervantes haya renunciado su cargo de procurador general con el fin de "facilitar la transición a la nueva Fiscalía General de la Nación". El verdadero propósito de Cervantes sería evitar un futuro proceso penal por encubrimiento o destrucción de evidencias. Prefiere que uno de sus súbditos haga el trabajo sucio de limpiar las inmundas tropelías del sexenio, mientras él toma champaña y juega golf con sus amigos Emilio Gamboa y Jesús Murillo Karam.

El miedo no anda en burro. La lista de graves atropellos a la ley durante el sexenio actual no tiene fin: Ayotzinapa, Odebrecht, Nochixtlán, Javier Duarte, Los papeles de Panamá, Tepic, Tomás Yarrington, la Casa Blanca, César Duarte, Apatzingán, los cientos de presos políticos, Roberto Borge, Ixmiquilpan, Eugenio Hernández, Tlatlaya, el espionaje y el asesinato de periodistas, entre muchos otros escándalos...

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domingo, 15 de octubre de 2017

"El fin del TLCAN" (Revista Proceso, 15 de octubre, 2017)

Videgaray apluade a Trump, fotomontaje tomado de Twitter
John M. Ackerman

El presidente Enrique Peña Nieto y su canciller, Luis Videgaray, esperaban que, si se arrastraban con suficiente abyección a los pies de Donald Trump, el magnate neoyorquino finalmente les tendría lástima y dejaría intacto su apreciado juguete salinista: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Pero todo parece indicar que la estrategia tapete de los indignos representantes de nuestro mal gobierno terminará en un fracaso histórico para la diplomacia mexicana.

Conforme avanzan las rondas de renegociación, se confirma la sospecha de que el gobierno de Trump nunca tenía el menor interés en “actualizar” o “modernizar” el acuerdo trilateral, sino que solamente busca tiempo para arrinconar y chantajear al gobierno de México con el fin de obligarlo a aceptar términos aún más lesivos y desiguales que la versión actualmente vigente del tratado. En su desesperación por detener la estrepitosa devaluación del peso y evitar un estallido social en el corto plazo, Peña Nieto le entró al juego del ocupante de la Casa Blanca y ahora se encuentra en un callejón sin salida.

Para mantener el TLCAN, Trump exige al gobierno mexicano una serie de concesiones inaceptables que hundirían la economía nacional durante décadas. Propone, por ejemplo, obligar a México a aumentar sus importaciones de bienes y servicios de Estados Unidos, así como fijar en 50% o más el porcentaje requerido de insumos estadunidenses en los productos industriales de mayor valor agregado exportados desde México al país vecino. Washington también busca reservar su derecho a violar el acuerdo de manera unilateral en cualquier momento, por medio de la eliminación del capítulo 19 del tratado, así como incluir una revisión obligatoria de los términos del TLCAN cada tres o cuatro años con el fin de ir ajustando detalles si no se supera el presunto “déficit comercial” de Estados Unidos con México.

Aceptar estos términos convertiría a México en un simple apéndice de la economía estadunidense. Simultáneamente se aumentaría nuestra dependencia del norte y se reducirían los beneficios de nuestro acceso privilegiado al mercado de nuestro poderoso vecino. A cambio de unas cuantas migajas, sacrificaríamos de manera definitiva la posibilidad de desarrollar una verdadera política industrial y de desarrollo agropecuario que pudieran resolver la pobreza y la desigualdad que tanto lastiman hoy al pueblo mexicano.

A Peña Nieto y a Videgaray no les preo­cupa que México desaparezca como Estado soberano. Ellos firmarían cualquier acuerdo con el fin de mantener una semblanza de estabilidad financiera durante los meses previos a las elecciones de 2018.

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lunes, 9 de octubre de 2017

"Candidatos 'independientes' " (La Jornada, 9 de octubre, 2017)

Caricatura de José Hernández, Revista Proceso
John M. Ackerman

Es absurdo utilizar la palabra "independiente" para referirse a las eventuales candidaturas de Margarita Zavala, Jaime Rodríguez, Pedro Ferriz o Armando Ríos Piter. Sus profundos vínculos con la mafia política y la oligarquía económica son conocidos por todos. El hecho de que no se postulen por medio de algún partido político no implica que tengan fuertes bases de apoyo ciudadanas, sino todo lo contrario. Su enorme soberbia surge de que cuentan con poderosos patrocinadores y aliados que respaldarán sus campañas respectivas, con el fin de confundir los votantes en 2018.

El caso de Zavala es particularmente escandaloso. La ex primera dama no cuenta con una trayectoria política propia. En 2003, llegó a la Cámara de Diputados por la vía plurinominal sin haber hecho campaña alguna, cargo que renunció en 2006 para acompañar a su esposo, Felipe Calderón, en su campaña presidencial. Posteriormente, fungiría de presidenta del DIF, pero sin encabezar ninguna iniciativa política relevante.

Referirse a Zavala como "la esposa de Calderón" es efectivamente un insulto, pero no es necesariamente un epíteto machista. Si el cónyuge del ex presidente fuera hombre, sería igualmente deleznable ser "el esposo de Calderón".

El problema con Zavala no es que sea mujer, desde luego, sino que se haya sometida de manera tan indigna a uno de los hombres políticos más retrógrados, fracasados y violentos de la historia reciente. La mayoría de los otros precandidatos presidenciales también están casados, pero su evidente liderazgo propio junto con la buena reputación de sus parejas correspondientes evita que su relación conyugal sea un estigma o motivo de vergüenza...

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lunes, 2 de octubre de 2017

"Democracia plurinominal" (Revista Proceso, 1 de octubre, 2017)

John M. Ackerman

Sin diputados plurinominales ni financiamiento público para los partidos políticos, el PRI recuperaría su antigua posición como el partido hegemónico de Estado que por sí solo podía aprobar cualquier ley, así como dictar unilateralmente la política nacional desde la Presidencia de la República.

Estas iniciativas no apuntan hacia la liberación ciudadana, sino hacia una esclavitud aún mayor a los mismos políticos corruptos de siempre; las propone el PRI porque le conviene. Quienes quieren expulsar del poder a la vieja clase política deben abrir bien los ojos para evitar ser engañados por estos viejos lobos colmilludos disfrazados de tiernas ovejitas.

Hace 15 días en estas mismas páginas advertimos sobre los peligros de la eliminación del financiamiento público para los partidos políticos (véase: http://ow.ly/q4NV30ft78k). En esta ocasión analizamos la propuesta igualmente engañosa de eliminar la representación proporcional en el Congreso de la Unión.

Hoy la Cámara de Diputados tiene 300 diputados uninominales por distrito y 200 plurinominales por circunscripción. Esta distribución es similar a la que existe en otros países, como Alemania, que buscan establecer un sano equilibrio entre la representación territorial, por un lado, y la fidelidad a la pluralidad social y política del país, por el otro.

Tanto los diputados “pluris” como los “unis” son electos por la ciudadanía. La diferencia esencial entre los dos tipos de representantes es que la votación que se toma en cuenta para calcular los ganadores de los primeros no se limita a un solo distrito electoral, sino que incluye un conjunto, a una “pluralidad” de los mismos...

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