Jesús Murillo Karam (Imagen de 2009, cuando fungía como Secretario General del PRI, Foto: María Luis Severiano) |
Dicen que la historia la escriben los vencedores, y México no es la excepción. Desde la fundación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946, nuestra historia ha sido definida por un grupo de funcionarios públicos e intelectuales orgánicos cuyo único interés ha sido aumentar su poder y riqueza personales. La inaceptable soberbia demostrada por Jesús Murillo Karam el martes pasado al declarar su hipótesis sobre la masacre de Iguala como la "verdad histórica" condensa la lógica de poder autoritario que ha predominado en el país desde hace 69 años. Afortunadamente, una nueva historia ya empieza a escribirse.
Una de las funciones principales del PRI desde su fundación ha sido poner la historia nacional de cabeza. El presidente Lázaro Cárdenas del Río fundó el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) con la finalidad de dar fuerza política a las conquistas sociales de la Revolución Mexicana. Aquel instituto político nació el 30 de marzo de 1938, apenas dos semanas después de la histórica expropiación petrolera encaminada a modernizar el país. Ocho años después, el remplazo de la palabra "mexicana" por "institucional" y la transformación de "revolución" en "revolucionario" simbolizarían la traición histórica del proyecto social originario de la Constitución de 1917.
Desde el sexenio del primer presidente priísta, Miguel Alemán Valdés, hasta la fecha, el régimen ha buscado remplazar la gran historia mexicana de luchas y conquistas desde abajo con una nueva historia "institucional", donde los verdaderos constructores de la patria serían los burócratas "ilustrados" de arriba.
Hoy, los gobernantes repiten la misma fórmula al desconocer a los padres de familia como interlocutores e imponer su versión de los hechos del 26 de septiembre. El Todos somos Ayotzinapa de Enrique Peña Nieto y la verdad histórica de Murillo Karam no son más que dos ejemplos contemporáneos de la continuidad de siete décadas de hipocresía, suplantación y simulación institucionalizadas...
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