ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

martes, 22 de diciembre de 2015

"¿El fin de la política?" (La Jornada, 21 de diciembre, 2015)

John M. Ackerman

Sin política, en el mejor sentido de la palabra, nunca podremos alcanzar la paz, la justicia o el bienestar. La política implica organización, lucha, regulación, resistencia, dignidad y construcción de alternativas. Como decía Aristóteles, el ser humano es por naturaleza un ser político que necesita trabajar con los demás para enfrentar juntos los peligros y sacar provecho de las oportunidades que encontramos todos los días.

La política se encuentra en todas partes: en la casa, la televisión, las elecciones, la cama, la Internet, la escuela, el Estado, el periodismo, el trabajo, la familia y las plazas públicas. En cada uno de estos ámbitos existe un gran potencial para construir focos de resistencia y de esperanza que, sumados con otros esfuerzos, podrían generar la transformación estructural que todos los mexicanos reclamamos al unísono.

Pero el aparato dominante hace todo lo posible por acabar con cualquier posibilidad de articulación de una oposición ciudadana y popular. El sistema vigente de corrupción institucionalizada desarrolla una estrategia perfectamente bien planeada de "contrainsurgencia preventiva" (Étienne Balibar dixit) con el fin de desmontar, desanimar y deprimir a la población para evitar la formación de anticuerpos democráticos capaces de derrotar al virus de autoritarismo neoliberal que está acabando con la nación.

Pero el PRIANRD no es cualquier virus. Su modus operandi se asemeja al del sida. No solamente ataca a su víctima, sino que de manera simultánea elimina cualquier posibilidad de autodefensa del organismo. Estas enfermedades son particularmente nocivos porque evitan la coagulación de esfuerzos colectivos que protegerían la integridad de sus huéspedes.

Desde la creación del PRI, en 1946, el sistema de oprobio ha trabajado arduamente para acabar con cualquier foco de resistencia colectiva. Hoy la mayoría de los sindicatos ya no representan a los trabajadores, sino que se dedican a controlarlos. Los medios de comunicación, en lugar de informar a la ciudadanía, fungen como correas de transmisión de la ideología del poder. Las escuelas, cada vez más privatizadas, en lugar de educar a los jóvenes en el compromiso público, fomentan las lógicas de la competencia y el consumismo...

TEXTO COMPLETO DISPONIBLE EN LA JORNADA