La respuesta que Porfirio Muñoz Ledo diera al informe de Ernesto Zedillo de 1997 representó un momento histórico precisamente porque rompió con todas las formas del viejo régimen de partido de Estado. Súbitamente, con el inicio de la 57 legislatura, el pueblo mexicano se dio cuenta de que el “emperador” carecía no solamente de su capa de terciopelo sino que realmente estaba desnudo. En su lugar, el Congreso de la Unión se erigió como garante de la pluralidad y la legalidad del país.
Un acto histórico de similar hubris legislativa ocurrió el lunes pasado cuando el senador Pablo Gómez interrogara magistralmente y de forma directa al ahora procurador Arturo Chávez durante su comparecencia ante la Comisión de Justicia: “¿Qué clase de órdenes aceptaría usted del Presidente de la República?” “¿Cómo organizaría a la Policía Ministerial?” “¿Usted podría definir el concepto de ‘control de la delincuencia’?” “¿Nos podría usted brindar una definición sociológica de delito?” “¿Nos podría explicar la diferencia entre los conceptos de crimen y de delito?” “¿Cuál es su visión de las ‘nuevas formas de criminalidad’ en la sociedad actual?” “¿Cuáles son las causas jurídicas, sociales, económicas y culturales del narcotráfico?” “¿Usted podría probar que la marihuana produce adicción?” “¿Usted considera que el delito de aborto voluntario implica un daño social o sólo expresa una reacción social?”
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