Felipe Calderón regresó de su primera visita de Estado a Washington con las manos vacías pero el corazón contento debido a los múltiples halagos y atenciones que le prodigó su homólogo estadunidense. En sus propias palabras, Calderón no fue a defender los intereses de México o de los mexicanos, sino a "sellar un pacto de amistad" con Obama.
Por ello, el momento cúspide del encuentro no fue el vacuo, breve y mal pronunciado discurso que Calderón ofreció ante el Congreso de Estados Unidos el jueves 20, sino la fastuosa cena de la noche anterior. Calderón se emocionó tanto con la fiesta organizada por su "nuevo amigo" que llegó al extremo de compararse con el carismático e inteligente presidente del vecino del norte: "¿Qué es lo que tenemos en común el presidente y yo? Somos de la misma generación, casi de la misma edad: 47 y 48 años. Los dos somos abogados. Fuimos a la misma Universidad (Harvard). Estamos casados con esposas hermosas, maravillosas y carismáticas. Las dos son abogadas. Los dos somos zurdos (...) y los dos somos presidentes de países maravillosos".
Es de subrayarse la obsesión por personalizar al extremo un evento que supuestamente habría de ser un encuentro entre dos Estados representados por sus líderes respectivos, no una velada amistosa entre dos almas gemelas. Es también lamentable el evidente malinchismo que se detecta en las posturas y declaraciones de Calderón. Su formulación de "el presidente y yo" sugiere de manera implícita que el estadunidense es mucho más "presidente" que él. Su afán por equipararse con Obama también revela una profunda inseguridad personal. Por ejemplo, en lugar de enorgullecerse de su verdadera alma máter, la mexicana Escuela Libre de Derecho, decidió enfatizar su breve y mediocre paso por la Universidad de Harvard.
Por ello, el momento cúspide del encuentro no fue el vacuo, breve y mal pronunciado discurso que Calderón ofreció ante el Congreso de Estados Unidos el jueves 20, sino la fastuosa cena de la noche anterior. Calderón se emocionó tanto con la fiesta organizada por su "nuevo amigo" que llegó al extremo de compararse con el carismático e inteligente presidente del vecino del norte: "¿Qué es lo que tenemos en común el presidente y yo? Somos de la misma generación, casi de la misma edad: 47 y 48 años. Los dos somos abogados. Fuimos a la misma Universidad (Harvard). Estamos casados con esposas hermosas, maravillosas y carismáticas. Las dos son abogadas. Los dos somos zurdos (...) y los dos somos presidentes de países maravillosos".
Es de subrayarse la obsesión por personalizar al extremo un evento que supuestamente habría de ser un encuentro entre dos Estados representados por sus líderes respectivos, no una velada amistosa entre dos almas gemelas. Es también lamentable el evidente malinchismo que se detecta en las posturas y declaraciones de Calderón. Su formulación de "el presidente y yo" sugiere de manera implícita que el estadunidense es mucho más "presidente" que él. Su afán por equipararse con Obama también revela una profunda inseguridad personal. Por ejemplo, en lugar de enorgullecerse de su verdadera alma máter, la mexicana Escuela Libre de Derecho, decidió enfatizar su breve y mediocre paso por la Universidad de Harvard.
Artículo completo disponible en:
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/79687 (Proceso)
http://www.expresionlibre.org/site2/opinion/ackerman_006.php (Expresión libre)
http://www.tribunacampeche.com/index.php?option=com_content&view=article&id=21588:manos-vacias&catid=29:editorial&Itemid=50 (Tribuna Campeche)