—¿Es saludable para el proceso electoral esta polarización?, ¿implica riesgos o más bien oportunidades?
—Creo que es muy saludable. Lo que necesitamos en México es un debate plural y claro. Muchos sienten nostalgia por el consenso falso que teníamos en el país en la época del autoritarismo. Ése no es el camino. Tienen que aflorar las diferencias para canalizarlas por vías institucionales y pacíficas. El problema no es la polarización política sino la impunidad generalizada, el poder de los grupos caciquiles y de los poderes fácticos que han subyugado a las instituciones democráticas.
—¿Hasta qué punto hay oportunidades reales de abrir un debate directo entre los actores políticos?
—¿Hasta qué punto hay oportunidades reales de abrir un debate directo entre los actores políticos?
—Más allá de las propuestas de campaña, lo que está en juego en estas elecciones son los intereses de grupos muy definidos que están detrás de cada candidato. La elección real de la ciudadanía se hará en función de eso: determinar si la gente realmente quiere un cambio o no. La gran preocupación que muchos tenemos es garantizar la libertad del voto, velar para que no se cometan actos fraudulentos. Esto no tiene que ver solo con el conteo de los votos, sino también con la compra de los sufragios. El PRI está pasando casa por casa para ofrecer miles de pesos a cambio de que los electores den sus credenciales. Se trata de un gran operativo de presión sobre los electores. Esto será determinante para saber hasta dónde pueden dirigir la elección. El PRI siempre se beneficia cuando hay una menor tasa de participación ciudadana porque es el partido que maneja mayor maquinaria electoral. En las elecciones estatales de los últimos 2 años, en los estados donde la tasa de participación electoral rebasa el 60%, el PRI ha perdido. Esto ocurre en Oxaca, Puebla y Sinaloa. Cuando la tasa de participación ciudadana es menor a 50%, el PRI tiene muchas ventajas, como ha ocurrido en Tamaulipas, Chihuahua o Coahuila. El PRI ha apostado por vender que su éxito es inevitable a través de las encuestas y las televisoras. Esa estrategia busca desanimar a la gente para que no vayan a votar. Ahora se les está cayendo esa estrategia, en buena medida gracias a los estudiantes. Sin embargo, el PRI utiliza otros recursos como el miedo. Están aprovechándose de actos de violencia para que los electores no vayan a votar el día de las elecciones.
—¿Qué percepción tienen los electores del Instituto Federal Electoral (IFE)?
—La gente no confía en el IFE. La encuesta más reciente publicada sobre el tema indica que 40% de las personas creen que las elecciones tendrán problemas de legitimidad y confiabilidad. Es más o menos la misma cantidad de electores que cuestionaron los resultados de la votación de 2006. No es la mayoría de la población, pero sigue siendo mucha gente. Como académico y analista, comparto esa desconfianza. Veo a un IFE que repite muchas de las prácticas de 2006: en lugar de garantizar la equidad y la legalidad de la elección, voltea la cara frente a las denuncias de irregularidades como la compra y coacción del voto, gastos excesivos en ciertas campañas, o el manejo parcializado de las televisoras frente a los candidatos. El escenario es muy parecido al de 2006 porque los resultados serán cerrado y debido a la falta de contundencia en la acción de las autoridades electorales...
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