Foto: Alejandro Saldívar, proceso.com |
El voto no es un cheque en blanco ni una declaración de fe, sino una herramienta sumamente valiosa para expresar nuestras opiniones. No votar es como quedarse callado, al margen, pasivo frente a la realidad. Quien no acuda a las urnas abdica de su responsabilidad ciudadana y sacrifica sus derechos al dejar que otros decidan por él o ella.
¿Cómo deberían votar entonces los indignados que están hartos de la clase política y quieren enviar un mensaje de protesta? Nuestro distinguido colega de Proceso Javier Sicilia ha recomendado emitir un voto en blanco. Existen, sin embargo, otros puntos de vista.
Votar de manera razonada e informada es un enorme privilegio que no podemos menospreciar. El próximo 1 de julio millones de ciudadanos vulnerables no podrán plasmar su opinión en la boleta electoral porque serán “acarreados” a las casillas por sus dirigentes políticos y obligados a votar por un candidato. Se derrocharán millones de pesos para organizar desayunos, transportar a los “militantes” a las casillas y organizar sofisticados esquemas para violentar la secrecía del voto.
Muchas veces los dirigentes obligan a los votantes a sacar fotografías de sus boletas tachadas o a ir acompañados de un menor. En otros casos, el votante debe depositar una boleta previamente cruzada y luego regresar al jefe político la boleta en blanco que recibió en la casilla para que ésta, a su vez, sea tachada y entregada a la siguiente persona en la fila. Y para las personas más vulnerables una simple amenaza o el señalamiento de que el votante supuestamente sería observado vía satélite son suficientes para condicionar su voto.
En un contexto en que se vulnera tan sistemáticamente el derecho al sufragio efectivo y libre, emitir un voto en blanco resulta ser un acto de enorme irresponsabilidad. En lugar de silenciar más a la ciudadanía, habría que fortalecer su voz por medio del ejercicio de un voto razonado...
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