Gisela Mota |
John M. Ackerman
La ejecución de Gisela Mota y el encarcelamiento de Nestora Salgado son los dos lados de una sola moneda. Ambas mujeres jóvenes se enfrentaron al narco-Estado con gran valentía y han sido víctimas de cobardes represalias desde el poder. El régimen cada vez más despótico que se vive en México no tolera que nadie ponga en cuestión su “mando único” sobre la violencia armada y el flujo de los recursos financieros y naturales.
Antes, con el “viejo” PRI, la ley y las instituciones imponían ciertos límites mínimos al ejercicio del poder. Siempre fue una mentira que el partido del Estado fuera realmente “institucional”; sin embargo, había por lo menos un esfuerzo por aparentar que ello era realidad. Hoy el sistema ni siquiera se preocupa por disimular su supuesta institucionalidad, sino que hace gala del ejercicio desnudo de la fuerza bruta.
Nestora Salgado |
En la actualidad, ni la ley ni las instituciones constituyen obstáculos para la expansión del poder del narco-Estado mexicano. Gisela Mota, de 33 años, era una joven decidida a combatir desde las instituciones a la corrupción, el crimen organizado y el narcotráfico en su municipio. Había servido como diputada federal entre 2012 y 2015, y el 1 de enero de 2016 tomó posesión de la presidencia municipal de Temixco.
De acuerdo con el padre de Gisela, la presidenta municipal rechazó la protección policiaca especializada porque no confiaba en la fuerza pública. “¿Usted se sentiría seguro con una patrulla atrás?”, preguntó el señor Gabino Mota al periodista Arturo Cano, de La Jornada. Desde luego que no, sería la respuesta de cualquier ciudadano que conociera un poco el comportamiento de las fuerzas policiacas del país...
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