ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

martes, 10 de agosto de 2010

"Estado de barbarie" (La Jornada, 9 de agosto de 2010)

Solamente el ciudadano más ingenuo podría creer que los 200 militares que cercaron la casa de Ignacio Coronel en su lujosa residencia de Zapopan, Jalisco, el pasado 29 de julio se vieron obligados a matar al capo debido a que éste se habría "resistido al arresto”. De acuerdo con todos los informes, el capo estaba acompañado únicamente por su jefe de escoltas y una masajista. ¿Acaso el escolta no “se resistió” también a su arresto? ¿Realmente no había otra forma para silenciar el arma del delincuente sin causarle la muerte?

Todo parece indicar que el operativo no fue para detener a Nacho Coronel, sino para matarlo. Ninguno de los reportes señala la presencia de agente del Ministerio Público o policía local o federal alguno. Únicamente se habla de los militares quienes cumplieron con su misión: matar al enemigo.

En esta ocasión las autoridades tuvieron un poco más cuidado con el cadáver del capo. No decoraron su cuerpo sangriento con billetes y joyas como en el caso de Arturo Beltrán Leyva, en Cuernavaca, en diciembre pasado. Sin embargo, en el fondo el operativo en Zapopan tiene la misma naturaleza que el de Morelos: ambas fueron ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Estado y motivadas por una sed de venganza.

Artículo completo disponible en: